Inserción en la pax británica
Ser cuna de la Revolución Industrial
marcó el puntapié inicial del liderazgo británico durante en el siglo XIX. Este
proceso no fue solamente un auge del crecimiento económico, sino que marcó una
transformación económica y social, que delimitó la formación del Estado Moderno
y el despliegue del capitalismo industrial. Mientras Gran Bretaña había
consolidado su monarquía constitucional, los países europeos se veían sacudidos
por olas revolucionarias que limitaban la consolidación política de países como
Francia o Alemania.
Por otra parte, mientras que Gran Bretaña se fortalecía
por el auge de la industria y comenzaba el “gran boom” de los FFCC y el
liderazgo del comercio internacional, Francia no lograba consolidar su industrialización
y Alemania recién avanzaba sobre su unión aduanera. Además, sería Gran Bretaña
la que impulsaría la independencia de las colonias americanas para luego
reconstuir un “nuevo pacto colonial”, intentando proyecto como nueva potencia.
Para el caso de los Estados Unidos, si bien este país
tenía un marco institucional moderno, la hegemonía de los terratenientes
limitaría el desarrollo industrial hasta 1830, cuando el progreso técnico de la
industria textil y metalúrgica se desarrollaran a pasos agigantados. Este
proceso tendría su culminación final con en una Guerra Civil que enfrentó a los
terratenientes esclavistas del sur con la creciente burguesía industrial del
norte. La victoria de los yanquis consolidó la expansión económica del país.
Hacia mitad de siglo XIX, el escenario económico iría
cambiando. A la industrialización norteamericana se le sumaría la alemana, que,
luego de consolidarse políticamente con la asunción de Bismarck y la victoria
en la guerra Franco-Prusiana, obtendría las bases necesarias para su consolidación
económica, desplazando a Gran Bretraña de los mercados europeos y obligándola a
fortalecer sus relaciones comerciales
con sus colonias.
El liderazgo británico en el comercio ultramarino
permitió la formación de una economía internacional regida bajo el patrón oro y
el libre intercambio proliferado por la potencia. En algunos casos se utilizaron
con las cañoneras como en China, y en otros se tejieron con acuerdos políticos
con oligarquías terratenientes como en Argentina. Esta situación subordinó el
crecimiento económico de los países del Tercer Mundo al crecimiento de las
Islas.
Relación de
Argentina con el mercado mundial
Latinoamérica en general y Argentina en particular se
incorporarían a esta nueva fase de expansión del capitalismo. La Argentina
apareció como uno de los potenciales beneficiarios de este proceso, al suministrar
los alimentos que estaban demandando las islas británicas. Nuestro país, desde
la época de la independencia, había quedado sumergido en una larga fase de
guerras civiles. A mitad de siglo, las fuerzas políticas al interior de Argentina
se articularían en un movimiento que cambiaría la orientación del país.
Paralelamente, la creciente demanda de alimentos y
materias primas por parte de las recientes economías industrializadas,
provocarían una nueva articulación de Buenos Aires con el mercado mundial, y
paulatinamente la Argentina se incorporaría a este panorama. Hacia 1860, se
vivenciaría una formidable expansión de la economía argentina.
Cabe acotar que, en este período, los EE.UU. vivieron
su guerra civil, cuya consecuencia sería la consolidación de su expansión
económica. La victoria del norte industrialista perfilaría a este país como una
tercera fuerza en el escenario geopolítico mundial.
Durante el período analizado anteriormente, los
mercados de las economías europeas comenzaron a ser pequeños para la
sobreproducción que el capitalismo industrial estaba generando. Lo que habría
de motivar a una fuerte presión exportadora hacia los países dependientes, colonias
y protectorados. Estas tendencias del
mercado internacional serían un factor relevante para integrar a Argentina como
un mercado para el excedente de manufacturas producidas en el viejo continente.
Argentina, el Granero del mundo
Las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde la
época de la Independencia, habían quedado sumergidas en una larga fase de
guerras civiles, con un deterioro de sus
economías regionales, a partir de la fragmentación de sus vinculaciones
coloniales, que tenían a Buenos Aires como un hinterland que le permitía a la economía del Virreinato del Río de
la Plata articularse en una relación de comercio monopólico con España.
Con la crisis en 1820 y la desintegración económica de
las provincias del Río de la Plata, cada parte regional tratará de subsistir
ofertando a distintos mercados sus productos; el litoral lo hará al sur del Brasil, el
nordeste exportando algunas artesanías hacia el Alto Perú, Mendoza y las
provincias cuyanas harán lo propio al país trasandino, por último, la provincia
de Buenos Aires exportará carnes saladas y tasajo al mercado esclavista. Ante el fracaso en la construcción de un
Estado Nacional, las provincias conformarán estructuras administrativas
propias.
Hacia mitad del siglo, las fuerzas políticas del interior
de Argentina se articularán en un movimiento que cambiará la orientación del
país. El interior, encabezado por Urquiza se subleva contra Rosas ganándole
militar y políticamente. Paralelamente, la creciente demanda de alimentos y
materias primas por parte de las recientes economías industrializadas,
provocarán una nueva articulación de Buenos Aires con el mercado mundial, y
paulatinamente la Argentina se
incorporaría a este nuevo panorama.
Desde la caída de Rosas en 1852 y hasta 1860, existen
conflictos entre el interior y Buenos Aires en torno de qué manera este espacio
regional debería lograr una integración armónica a la nueva situación económica
mundial. La victoria del interior es solamente política, debido a que Buenos
Aires consolidó su potencial económico debido a su temprana articulación con
comercio internacional.
El giro en la economía nacional, que había potenciado
la crisis del régimen rosista, cambiando la relación de fuerzas en la política
argentina, permitió el ascenso al poder de una elite convencida en el progreso
social y la modernización.
Así es que, hacia 1860, se vivenciará una formidable
expansión de la economía argentina orientada al mercado mundial. Los
ferrocarriles dinamizarán y orientarán definitivamente la economía argentina,
apareciendo como un factor clave en la integración del territorio nacional. El
aumento de la población, el crecimiento de la agricultura y de la ganadería e
incluso algunas expansiones industriales, acompañarían favorablemente esta
posición.
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