Problemáticas Contemporáneas

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Problemáticas Contemporáneas - Historia - Turno Tarde - 4 año - 4 División - Prof. Ricardo Romero

martes, 13 de octubre de 2015

Flores de Septiembre. Roberto Testa

Flores de Septiembre. Roberto Testa



entrevista con roberto testa

El Pellegrini: memorias de una escuela durante la dictadura

Hoy, cuando se cumplen 34 años de La Noche de los Lápices, se estrena Flores de Septiembre, la película que recuerda a los alumnos desaparecidos. Uno de los directores del documental es también regente del colegio.
Los alumnos del Carlos Pellegrini se reúnen por grupos en el patio del colegio. También en los pasillos, en las aulas que conservan los mismos pupitres de madera donde se sentaron sus padres o los muchos que vinieron antes. Pero sobre todo prefieren reunirse ahí, en el patio, rodeados de paredes pintadas con algunos stencils: las Madres de Plaza de Mayo, Ernesto Guevara, el Bombita Rodríguez con que Diego Capusotto demostró que el humor puede meterse con un tema espinoso como las organizaciones armadas en los setenta y que si eso pasa, es porque hay una sociedad que empieza a escuchar lo que por años permaneció silenciado. “¿Vos quién sos?”, pregunta a la cronista un rubiecito que puede tener 15, 16 o 17 años. En general, una no puede entrar así como así en una escuela. Pero en momentos de toma estudiantil, como ahora, las reglas se relajan. Aunque siempre hay alguien alerta para saber quién es quién. “Te pregunto por seguridad”, sigue el rubiecito, que habla con calma, que dice “seguridad” sin énfasis pero también sin miedo. Y la cronista explica que es periodista, que está ahí porque quiere ver la placa que en 1998 colgó un grupo de ex alumnos con la nómina de desaparecidos en esa escuela. Junto con cada nombre, también se consignó una edad. Muchos de esos chicos y chicas tenían los mismos años que el rubiecito.
De las memorias del Pellegrini durante la última dictadura militar se ocupa el documental Flores de Septiembre, que se estrena hoy en Arteplex Belgrano, cuando se cumplen 34 años de la Noche de los Lápices. Este trabajo de Roberto Testa –actual regente del colegio–, Pablo Osores y Nicolás Wainszelbaum, recupera en especial la historia de Rubén Benchoam, Mauricio Weinstein y Juan Carlos Mártire, compañeros de “4º noche”, una división que ingresó a la escuela en 1973 y egresó en 1979. Sin narración en off, a través de subtítulos a modo de hilo conductor y con el bellísimo tema “Crisantemo” que compuso especialmente Luis Spinetta, la película recupera testimonios de distintos protagonistas. Docentes, autoridades, ex-alumnos, familiares y estudiantes actuales reelaboran y dan cuenta de los efectos de la represión en el microcosmos que constituye una escuela secundaria.

–¿Cómo surgió la película?
–El proyecto comenzó a tomar forma a mediados de 2001. Pablo y Nicolás trabajaban en la escuela en proyectos de cine. Yo venía de ser alumno y preceptor en el Pelle. A mediados de los ’90 había publicado en la revista del centro de estudiantes una investigación que luego fue el núcleo de la película: las historias de Rubén, Mauricio y Juan Carlos. Unos años más tarde un grupo de ex alumnos que tenía compañeros desaparecidos se organizó para poner una placa en el patio de la escuela. Ese acto fue muy fuerte. Todos sentimos que de alguna manera la escuela comenzaba a transformarse en un espacio recuperado. Este es el lugar donde los chicos vivieron, crecieron y no pudieron terminar de crecer. Pero también es el lugar donde aprendieron a amar y a militar. En este marco comenzó a prosperar Flores. Y la película contó con dos apoyos muy fuertes: el del ex rector Abraham Gak y el de Memoria Abierta.
–Los testimonios tienen una gran espontaneidad, pero también mucha hondura al momento de ir desplegando un relato complejo.
–Queríamos eso. Y también necesitábamos que la historia tuviera al colegio como centro. Por eso las entrevistas se hicieron en la escuela o en la plaza cercana. Una cosa curiosa es que cuando la persona entraba en lo que había sido su aula después de tantos años, lo primero que hacía era sentarse, mirar el banco, tocarlo, buscar entre las sucesivas capas de escrituras de generaciones y generaciones alguna cosa que habría escrito alguna vez, quizás. Todo eso producía una ruptura del discurso armado. No porque el entrevistado no quisiera brindar lo mejor de su discurso sino porque voluntariamente uno se arma cuando tiene que hablar de cosas difíciles. El desafío fue, más allá de la densa capa de la historia, recuperar la sensación del momento, de ese pasado del que se hablaba.
–¿Hubo intención de mostrar la convivencia entre lo político y lo personal?
–Sí, a través de testimonios e imágenes de archivo reconstruimos el contexto histórico de comienzos de los años setenta porque los chicos entraron en el secundario durante la primavera de Cámpora, y quienes egresaron terminaron la escuela en medio del terror. Después, quisimos abordar ciertos temas, como la situación de las organizaciones armadas, con rigurosidad pero también con desprejuicio. Hubo una intención clara de meterse en el tema de la militancia, en la existencia de un frente de masas como era la Unión de Estudiantes Secundarios, la UES, vinculada con Montoneros. Es el caso de Rubén, que a los 17 años pasó a tener un rol protagónico en la organización y que por un lado sufría la presión de sus superiores que necesitaban subordinación de los militantes y por otro, tenía a sus amigos que planteaban la necesidad de correrse cuando comenzaron las desapariciones. Y él quedó ahí en el medio, en una situación de soledad absoluta. Ese militante orgánico, que debía tomar decisiones tan adultas a la vez recién estaba saliendo de la adolescencia, tenía sueños, amigos, amores, escuchaba Spinetta y le gustaba el helado de frutilla.
–En el documental, Álvaro Cartelli, rector durante la dictadura, se refiere a la escuela como ámbito de estudio y disciplinamiento. ¿Hay alguna similitud entre este discurso y el que hoy replican algunos funcionarios y medios para criticar la toma de colegios?
–Hagamos la enorme salvedad de que los tiempos son otros. Creo que los chicos van a tres cosas a la escuela: a aprender contenidos, a formarse como ciudadanos y a ejercer su derecho a ser felices porque están pasando años fundamentales en su vida. En ese contexto, la escuela los tiene que cuidar, tiene que ser un ámbito donde los pibes estén cómodos. No sólo es necesario cuidar que no se caigan los techos sino también que nadie les grite o los amenace. Yo no veo estas inquietudes en el discurso del gobierno de la ciudad. Sólo escucho que exigen 180 días de clases como si en eso se agotase la calidad educativa.
–Además de las tres historias centrales, aparecen otras dos: la de Laura Feldman y Claudio Braverman. ¿Por qué las abordaron?
–Por ser dos historias contrapuestas. En una se trata de un chico que posiblemente no tenía ninguna militancia orgánica sino que sólo fue delegado del curso, y por otro lado está Laura, que sí era una chica plenamente consciente del peligro que corría. El año pasado, el Equipo de Antropología Forense recuperó los restos de Laura, desaparecida a los 18 años, y los familiares eligieron velarla en el colegio. Por otro lado, Claudio fue secuestrado en octubre de 1976, pocos días antes de  que terminaran las clases. La familia comunicó la desaparición al colegio, pero las autoridades siguieron tomando asistencia como si nada. Pasaron más de treinta años hasta  que la familia, por una gestión de Gak que terminó el actual rector, recibió el diploma.  Las autoridades de la dictadura se habían negado, con el argumento de que el chico había quedado libre por inasistencias.
La película no llegó a documentar estos momentos, pero sí muestra la escuela actual. La historia importa porque el tiempo fluye como un río. En él pervive la memoria de quienes ya no están y también la fuerza de los chicos que hoy apuestan por el compromiso político.
por Ivana Romero

Fuente: 
Diario Tiempo Argentino 16/9/2010
Informacion Adicional: 
Origen del Colegio Carlos Pellegrini:
En 1890, Carlos Pellegrini , como presidente en ejercicio, fundó la escuela que, bajo la dirección de Jorge J. Ryan, funcionó primero en   la calle Alsina entre Virrey Cevallos y Luis Sáenz Peña.
En 1909 se le impuso el nombre de Carlos Pellegrini y fue trasladada al solar que hoy ocupa en la calle Marcelo T. de Alvear 1851. Tiempo después pasó a depender de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y en tal situación se mantuvo hasta 1931 en que, separada de dicha facultad, quedó convertida, con carácter de Escuela Superior,   en uno de los institutos del ciclo secundario dependientes de la Universidad de Buenos Aires.
Fuente: www.ingresoabierto.com.ar

DESCUBRIERON UNA PLACA EN EL COLEGIO DE BARRIO NORTE
Emotivo homenaje en el Carlos Pellegrini a sus desaparecidos
Más de mil personas desbordaron el patio del colegio
En la placa figuran los nombres y las edades de 34 alumnos y dos docentes
íPresente! El grito resonó ayer 36 veces en el patio principal de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, en Barrio Norte. Treinta y seis veces, también, alumnos del colegio giraron sus pancartas para mostrar, una a una, las caras de los chicos secuestrados y desaparecidos durante la última dictadura militar, la mayoría con los blazers del uniforme. A pesar del frío, de las más de mil personas que desbordaban el lugar, durante la ceremonia ninguno se movió.Desaparecieron entre 1976 y 1978. Y una comisión de alumnos y graduados del colegio se encargó de rastrear cada caso. Decidieron descubrir la placa un día después del aniversario por La Noche de los Lápices, el 16 de setiembre de 1976, donde otros siete estudiantes fueron secuestrados y desaparecidos en La Plata, cuando reclamaban por el boleto estudiantil. Sólo uno, Pablo Díaz, sobrevivió.En el Pellegrini ya había una placa que recordaba a siete alumnos secuestrados entre 1977 y 1978. Y decidieron ampliarla.Familiares, alumnos, docentes y graduados de distintas generaciones no intentaron ayer ocultar su dolor. El rector del colegio, Abraham Gak, no pudo contener el llanto cuando leyó un poema que el español Miguel Hernández le escribió a su mujer cuando estuvo preso: No, no hay cárcel para el hombre. No podrán atarme, no. Este mundo de cadenas es pequeño y exterior. ¿Quién enseña una sonrisa? ¿Quién amuralla una voz?Mientras se aplaudían las incontables adhesiones de legisladores, gremios, agrupaciones de derechos humanos, egresados que viven en el exterior, algunas personas recorrían la exposición en el primer piso, donde en distintos paneles se contaban las historias de cada uno de los jóvenes desaparecidos a través de fotos familiares, objetos, cartas y hasta boletines.La noche estuvo poblada de intensidades. El discurso más emotivo fue el de José Luis Calvo, ex militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) del Pellegrini, que habló en representación de los graduados sobre los que fueron sus compañeros: A veces queremos pensar que eran los mejores, los más valientes, los más lúcidos, y así los recordamos. Pero eran como ustedes -dijo dirigiéndose a las nuevas generaciones-, como somos todos, vagos y tragas, seductores y tímidos, divertidos y tristes....Los familiares lo escuchaban sentados en sillas colocadas en hileras, donde también estaban las Madres de Plaza de Mayo, línea fundadora, y las Abuelas.El más aplaudido de la noche fue Alberto Chávez, presentado por Calvo como ex alumno de la escuela, ex detenido-desaparecido, guardaparque de la ciudad de Bariloche. En 1996 se hizo conocido, admirado y envidiado por la gran mayoría de los argentinos, cuando se cruzó con Alfredo Astiz y le dejó el recuerdo de sus trompadas.Al finalizar el acto, algunos ex alumnos recorrían las aulas, buscando algo del pasado, tratando de reencontrarse tal vez con los chicos que ellos fueron, de rescatar del olvido a los que no pudieron ser grandes.
Fuente: Diario Clarín 18/9/1998

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